Cuando vivía en Brasil, trabajé durante más de tres años como voluntaria en el Hospital Universitario de mi ciudad tratando directamente con personas infectadas por el virus VIH o enfermas de SIDA (hay una gran diferencia entre las dos cosas, porque la persona puede ser portadora del virus VIH pero no haber desarrollada la enfermedad).
Total: tuve la oportunidad de conocer gente maravillosa allí, compartir sus historias, sus cambios, sus vidas y sus muertes. Si, porque hablar del SIDA es hablar de vida pero también de muerte.
Dentro de las muchas actividades que hacíamos con los pacientes, estaba la clase de pintura. A través de los cuadros, brochas, tintas y garabatos, la gente manifestaba sus miedos, sus dolores, y también sus secretos y cosas de las cuales se sentían orgullosos. El día 1 de diciembre era el día de la gran exposición de pintura: exponíamos los cuadros en una galería de arte, y las obras estaban a la venta, sendo el dinero arrecadado revertido para el propio proyecto. Era genial acompañar el desarrollo personal de cada uno de los “artistas” a lo largo del año en las clases, y ver sus “momentos de gloria” durante la exposición, aunque anónimos entre los visitantes, porque el VIH todavía está repleto de prejuicios y discriminación.
A cualquier sitio a que viaje yo o me vaya a vivir llevaré esta causa de la prevención del VIH y de la atención con cualidad a las personas enfermas en un espacio muy especial en mi maleta.
!Un saludo fuerte a todos aquellos que, de modo oficial o anónimo, en instituciones o entre amigos, muchas o pocas veces han contribuido para disminuir el número de afectado por el SIDA en el mundo!

1 comentario:
gracias por la informacion
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