domingo, 19 de septiembre de 2010

Respetando las diferencias – en Marruecos…

Cuando uno se relaciona con personas de diferentes hábitos, culturas y valores, sin duda aprende mucho. No siempre es fácil, porque ponerse “en la piel” de otro, y aceptar diferentes puntos de vista y opiniones tan válidas y genuinas como la tuya, puede costar mucho. Pero experiencias así te hacen “abrir la mente” y el corazón para cosas muy bonitas, y te convierten en alguien un poquitín más flexible. Eso pasó conmigo en el navío.

La ruta que he hecho incluía dos ciudades de Marruecos, Casablanca y Agadir. Yo, aunque estaba en el navío trabajando, y con la agenda bastante llena de citas, he conseguido bajar por un par de horas y conocer un poco de Casablanca. El chef de cocina, un francés muy majo, se ofreció para acompañarme, y la verdad es que no podría haber estado mejor acompañada, porque todos en Marruecos hablan francés, y yo no…


Durante todo el trayecto en taxi (sin taxímetro ni aire acondicionado, con un calor insoportable), el chef y el conductor han estado discutiendo – en francés, claro – porque el taxista insistía en llevarnos por un camino más largo, algo así como un tour, y cobrarnos mucho más dinero de lo que queríamos pagar. Yo no me enteré exactamente de lo que estaba pasando, y me quedé quieta, pero notaba la tensión en el aire caliente dentro del coche. Bueno, lo importante es que llegamos al centro de Casablanca, más o menos cerca de la Mezquita. El chef ha pagado la carrera, y me dijo que el taxista prefería que las mujeres no hablasen, y que dejasen hablar a los hombres. Lo gracioso es que me quedé quieta porque no hablo francés y no me enteré de la conversación que ellos estaban teniendo, y no por otro motivo…


Casablanca es una explosión de color. Las callejuelas me han resultado ser todas muy parecidas, con sus tiendas, personas, sonidos y mucho calor, así que yo caminaba rápido con miedo de perderme. A veces nos hemos metido en calles sin salida, así que nos tocaba dar la vuelta y meternos por otra calle – que me parecía exactamente igual que la anterior-. Yo iba detrás del chef, sudando, y agarrando firme mi pequeño bolso con la cámara fotográfica.


Algunas personas del barco me habían comentado que no fuera a Casablanca con falda, bolso demasiado grande, ni colgantes o pendientes que llamasen la atención, porque los hombres se lanzaban encima tuyo, y yo he seguido las instrucciones. Aún así, un hombre literalmente se puso delante de mí y me dijo algo que no tengo ni idea de lo que era, pero en seguida el chef le ha contestado algo (que tampoco sé lo que era) y le apartó con el brazo. Con todo aquel calor, todo pasó tan rápido que más parecía una alucinación…

Mientras seguíamos caminando, me fijé en las tiendas de frutas y comidas por la calle. Había una fruta que me llamó la atención porque nunca la había visto antes, y que estaba a venta en muchos puestos. Los vendedores la pelaban y la sumergían en una botella de plástico cortada por la mitad y llena de agua, y luego se la ofrecían a los clientes. Aquello me pareció de lo más asqueroso, porque el agua tenía ya un color marrón, y aun así el ritual de sumergir la fruta ahi seguía una y otra vez. Luego he visto carne colgada por dónde pasaba la gente, gatos dentro de los bares, y de repente todas las comidas me han parecido sucias.

Hasta ahí, todo bien. Yo puedo tener hábitos de higiene distintos a los de otras personas, y diferentes a las costumbres de otros países. Pero he “metido la pata” cuando empecé, en medio de la calle, a decir eso al chef en voz alta, y repetidas veces. Cómo yo hablaba en inglés, y además era algo que me parecía tan real, no me he dado cuenta de lo que hacía hasta que el chef me dijo algo así como “tú no puedes hablar así de ellos, porque estás en su país, y estas son sus costumbres”.

¡Me quise morir! Yo, una persona que ya he viajado tanto y vivenciado tantas veces culturas y hábitos distintos a los míos, debería haberme dado cuenta de lo torpes que eran estos comentarios, y no llegar ni a hacerlos. Sentí vergüenza, y he vivido en mi propia piel lo difícil que puede ser aceptar algunos hábitos de otras culturas. Bueno, hay cosas que hay que vivirlas…


Caminamos un poco más por las calles de Casablanca, saqué algunas fotos, y terminamos el paseo comiendo en un hotel (a elección del chef, porque en términos de cocina nadie mejor que un chef para elegir el sitio). Pasada la vergüenza por lo que yo había dicho, me conseguí relajar y disfrutar de la comida (he tomado dos platos de carpaccio con una cerveza típica, que tiene el mismo nombre de la ciudad). Hablamos de la vida en alta mar, de navíos, de historias curiosas que él había vivido en los barcos y de otros temas relacionados.

Yo precisé irme de crucero a Casablanca con un chef francés para recordar lo importante que es respetar las diferencias. Quiero volver a aquella ciudad con más tiempo, para disfrutar de sus muchas calles y colores, para sacar muchas fotos, hacer algunas compras y mezclarme más con la gente de allí. Cuando vuelva, lo primero que llevaré conmigo en mi equipaje será una gran dosis de respeto y consideración – y también un abanico, por si hace mucho calor…

sábado, 11 de septiembre de 2010

Vida a Bordo

Pido disculpas por haber estado más de 2 meses sin escribir en mi blog. Algunos lectores me han dejado recado preguntado porque “ya os he emocionado y ahora no escribo más”, y reconozco que he pasado los últimos meses muy liada a punto de realmente no poder escribir. El motivo ha sido el siguiente: ¡he cambiado de trabajo!

La verdad es que estoy muy contenta con el cambio, pero esto en general toma su tiempo, y hay que dedicarse a ello. Aún más si tu nuevo trabajo requiere que, después de estar solamente 3 días en la oficina, te vayas fuera de viaje por más de 1 mes… Sí, ahora que trabajo en una empresa de cruceros, me estoy acercando lo máximo posible a la realidad de la vida a bordo…

Cómo yo nunca había estado en un navío de crucero, lo primero que mis jefes han decidido ha sido mandarme 1 semana “de crucero”, para familiarizarme con los procedimientos, instalaciones, rutinas, requisitos para trabajar a bordo y todo lo demás. Os lo puedo asegurar que ¡ha sido una experiencia increíble!

Yo me quedé en una cabina de pasajeros, con todo el lujo y regalías de cualquier pasajero, pero con acceso al área exclusiva de la tripulación, que es de verdad un mundo a parte – y que no tiene nada que ver con el área de pasajeros. He currado mucho, pero a la vez me lo he pasado genial…


Claro que me he mareado un poco y notaba mucho que el navío se movía. A veces, aunque estuviera en una reunión con alguien, yo “desconectaba” totalmente, dándome cuenta de que el navío se movía mucho, aunque la vida a mi alrededor seguía como si no pasara nada, y como si solamente yo me diera cuenta de que el navío se mueve todo el tiempo…

Para el mareo hay un remedio: en la recepción me han dado unas pastillas específicas antimareo, para que yo tomara cada 6 horas, y con eso lo he pasado bien. Acerca del movimiento del navío… bueno, eso es algo que no se puede evitar.

El navío es un mundo aparte, con sus reglas propias, horarios peculiares, jerarquía y procedimientos que no se ve en ningún otro sitio. Quizás lo que más se acerque a un navío en tierra sea un hotel de 5 estrellas, pero aun así la comparación se queda corta. Hay muchas cosas en un navío que solamente se viven estando allí…

Bueno, después de 1 semana a bordo, me fui durante 3 semanas a Brasil para seguir haciendo mi nuevo trabajo, que incluye seleccionar a los futuros tripulantes. ¡Vaya responsabilidad tengo ahora! Para mantener el navío funcionando las 24 horas del día, hay que encontrar la gente adecuada, y en esto estoy.

Después de este contacto intenso con tripulantes y ex tripulantes y con personas que dedican sus vidas a actividades relacionadas a los navíos, reconozco que sé mucho más de este mundo de los cruceros de lo que yo sabía hace 1 mes. Por otro lado, hay mucho más por descubrir, y este nuevo desafío se me hace muy, pero muy interesante…

Bueno, ahora mi vida estará así, dividida entre tierra y mar… ¡Bienvenidos sean los cambios!

¡Porque yo también me lo merezco!