domingo, 19 de diciembre de 2010

¿Por qué has decidido irte a vivir fuera?

Es difícil, y también demasiado simplista intentar buscar un único factor que explique las cosas que nos han pasado. Por otro lado, sin duda hay eventos y situaciones que hemos vivido y que están muy conectados con los sucesos en nuestras vidas. Mi primer viaje al exterior está, de manera muy directa, relacionado con el hecho de que yo llevo casi 5 años viviendo en Europa…

Cuando estaba estudiando la secundaria en Brasil, se puso de moda ir a estudiar y a vivir fuera durante un año. Mucha gente que yo conocía se fue a Estados Unidos (la mayoría), otros a Canadá o Europa. Y a mí también me entraron ganas de irme a vivir fuera.

Primero intenté negociar con mis padres irme a vivir y estudiar por un año al extranjero, pero la contestación de ellos fue más o menos la siguiente: era demasiado caro, demasiado tiempo fuera de casa, y yo “no tenía madurez suficiente para hacerlo”. No me he dado por vencida, y realicé un segundo intento: irme a vivir – estudiar fuera por 6 meses, pero lo que me han dicho no se ha diferenciado mucho de la vez anterior… Al final, he conseguido que mis padres aceptasen que yo hiciera un intercambio de un mes cerca de San Francisco – California.


El cómo elegí irme a San Francisco fue algo curioso… Recuerdo que la persona que vendía los cursos (que había sido mi profesora de inglés anteriormente) fue a mi casa llena de catálogos de cursos y ciudades para que yo eligiera. Sencillamente, elegí a San Francisco por la letra de una canción que me gustaba mucho en la época, y que hablaba de una manera especial sobre esta ciudad – lo siento, pero llevo algunas horas intentando hacer memoria y acordarme de la canción, pero no soy capaz; la he buscado en Internet y todo, pero infelizmente no me acuerdo de cual era esa canción. Bueno, el hecho es que, en aquél momento, aquella canción (¡que algún día me acordaré de cual es!) fue el factor que me llevó a optar por irme allí…

Pues bien, a comienzos de Enero del año 1998, me fui a California con el típico grupo de 30 adolescentes brasileños. Me quedé un la casa de una familia americana (una “host family”) con dos niñas pequeñas y sus padres, y me lo pasé bastante bien. Los “padres” me llevaban de paseo los fines de semana, y no me acuerdo de haber tenido ningún problema.

Bueno, patinando en el hielo con los compis de las clases de inglés, me he caído y roto parte de un diente delantero (justo antes del fin de semana en que yo vería la nieve por primera vez un mi vida). Eso ya me había pasado antes - a los 7 años, me había roto la misma parte del diente, cuando he dado con la cara en el fondo de una piscina por intentar llamar la atención nadando, en la casa de un chico que me gustaba) – pero en aquél momento, lo único en que yo pensaba era en lo fea que iba a salir en mis fotos en la nieve y sin parte de un diente…


En líneas generales, el plan del intercambio era el siguiente: durante las tres primeras semanas, clases de inglés en grupo por las mañanas en un colegio de la zona, y paseos y actividades guiadas por las tardes. En la última semana, nosotros adolescentes nos despedimos de las “host familys” y nos íbamos con la guía brasileña (que nos acompañó durante todo el viaje) y con un guía local a pasear por Los Angeles. Hoy, cuando me acuerdo de esos dos guías, pienso que estaban completamente locos, porque responsabilizarse por un grupo de 30 adolescentes no es para cualquiera…

Fuimos a ver “El Fantasma de la Opera” (¡me encantó!), saqué muchas fotos (no en el teatro, porque estaba prohibido – saqué una foto antes de que comenzara el espectáculo y casi me han quitado la cámara) y llevé muchos carretes para revelar en Brasil. Yo no era la típica adolescente consumista (y felizmente tampoco lo soy de adulta), pero me compré una camiseta en Disneyland con el dibujo de Mickey y algunas otras cositas. Mis padres me han recibido en casa con un cartel de “Welcome back” pegado en la puerta y todo…

Pues nada, al volver a casa, empecé el último año de la secundaria, y me preparé de lleno para la selectividad… pero las ganas de irme a vivir fuera, desde entonces, no han dejado nunca de estar presentes… Todo eso, junto a una serie de otros factores, ha contribuido para que yo, ocho años más tarde, me viniera a vivir en Europa…

domingo, 28 de noviembre de 2010

Sobre la realidad de la vida a bordo

Lo siento por no haber escrito desde Septiembre… Es que me fui a Brasil nuevamente por trabajo, y estuve allí casi un mes seleccionando a los futuros tripulantes brasileños de los navíos de mi empresa. He trabajado muchísimo, pero no me quejo, porque volver a mí país, aunque sea a trabajo, es siempre bueno…

Como yo estaba en Brasil en el puente del 12 de Octubre (que es festivo en ambos países), me han dejado tomar estos 3 días libres. He podido ir a mi ciudad y estar con la familia. El tiempo con los míos fue muy corto – y las horas de vuelo para ir y volver muy largas, dadas las grandes distancias en Brasil – pero me lo pasé genial. No me ha dado tiempo de quedar con los amigos, ni de hacer grandes paseos por allí, pero he desfrutado lo máximo que he podido de mi familia.

Al cambiar el calor de Brasil por el frío de Madrid, sigo con el tema de los cruceros, y no dejo de sorprenderme cada día con las cosas que descubro…

Optar por trabajar en un crucero es – o por lo menos debería ser – una decisión muy bien pensada y estudiada, porque la vida se te cambia por completo. Estar de 6 a 8 meses embarcado, lejos de todo (de la familia, de los amigos, de tu casa, de los sitios que te gusta frecuentar, de la “comidita de mamá”, etc) no es para cualquiera. Es como dejar tu vida normal en stand by, y meterse de lleno en una nueva vida, como si fuera una vida paralela.

Yo que he estado en total casi 2 meses fuera de casa por trabajo ya he notado lo delicado que puede ser compaginar tu vida personal y profesional, imagina estar fuera por muchos meses más…

Por otro lado, todavía no me he deparado con nadie que haya embarcado y que no tenga muy buenos recuerdos de aquella época. Es unánime el comentario de que se madura mucho, se aprende a valorar aun más las personas queridas, tu tiempo libre y las amistades que hace. Trabajar en un crucero es sin duda una experiencia que te marca la vida para siempre…

Ayer y hoy he dedicado varias horas a leer blogs de tripulantes y de antiguos tripulantes. Me he puesto a buscar en Internet, y hay muchísima información, desde vídeos, orientaciones en general a los interesados, fotos, testimonios (algunos muy personales) hasta detalles de la vida a bordo bajo la mirada de quienes ya han vivido aquello “en la propia piel”.

Sin duda, la experiencia de cada un es singular, y lo que ha pasado a una persona no tiene porque pasar a la otra, pero informarse y saber dónde uno “se mete” es siempre muy válido. Además, los relatos que he leído en Internet son tan interesantes, intensos y reales, que muchas veces casi he llorado delante del ordenador…En mis entrevistas oriento a las personas que conozcan mejor la empresa y el tipo de trabajo para los cuales se presentan. En el caso de los cruceros, ese conocimiento previo es todavía más importante, porque vivir y trabajar en el mismo sitio durante tantos meses (y con una jornada de trabajo tan dura) es un cambio muy grande…

El mundo de los cruceros sigue creciendo. Y, para el que considere meterse en ello, recomiendo que se informe mucho sobre este campo. Yo lo estoy haciendo… ¡y me estoy enganchando!

domingo, 19 de septiembre de 2010

Respetando las diferencias – en Marruecos…

Cuando uno se relaciona con personas de diferentes hábitos, culturas y valores, sin duda aprende mucho. No siempre es fácil, porque ponerse “en la piel” de otro, y aceptar diferentes puntos de vista y opiniones tan válidas y genuinas como la tuya, puede costar mucho. Pero experiencias así te hacen “abrir la mente” y el corazón para cosas muy bonitas, y te convierten en alguien un poquitín más flexible. Eso pasó conmigo en el navío.

La ruta que he hecho incluía dos ciudades de Marruecos, Casablanca y Agadir. Yo, aunque estaba en el navío trabajando, y con la agenda bastante llena de citas, he conseguido bajar por un par de horas y conocer un poco de Casablanca. El chef de cocina, un francés muy majo, se ofreció para acompañarme, y la verdad es que no podría haber estado mejor acompañada, porque todos en Marruecos hablan francés, y yo no…


Durante todo el trayecto en taxi (sin taxímetro ni aire acondicionado, con un calor insoportable), el chef y el conductor han estado discutiendo – en francés, claro – porque el taxista insistía en llevarnos por un camino más largo, algo así como un tour, y cobrarnos mucho más dinero de lo que queríamos pagar. Yo no me enteré exactamente de lo que estaba pasando, y me quedé quieta, pero notaba la tensión en el aire caliente dentro del coche. Bueno, lo importante es que llegamos al centro de Casablanca, más o menos cerca de la Mezquita. El chef ha pagado la carrera, y me dijo que el taxista prefería que las mujeres no hablasen, y que dejasen hablar a los hombres. Lo gracioso es que me quedé quieta porque no hablo francés y no me enteré de la conversación que ellos estaban teniendo, y no por otro motivo…


Casablanca es una explosión de color. Las callejuelas me han resultado ser todas muy parecidas, con sus tiendas, personas, sonidos y mucho calor, así que yo caminaba rápido con miedo de perderme. A veces nos hemos metido en calles sin salida, así que nos tocaba dar la vuelta y meternos por otra calle – que me parecía exactamente igual que la anterior-. Yo iba detrás del chef, sudando, y agarrando firme mi pequeño bolso con la cámara fotográfica.


Algunas personas del barco me habían comentado que no fuera a Casablanca con falda, bolso demasiado grande, ni colgantes o pendientes que llamasen la atención, porque los hombres se lanzaban encima tuyo, y yo he seguido las instrucciones. Aún así, un hombre literalmente se puso delante de mí y me dijo algo que no tengo ni idea de lo que era, pero en seguida el chef le ha contestado algo (que tampoco sé lo que era) y le apartó con el brazo. Con todo aquel calor, todo pasó tan rápido que más parecía una alucinación…

Mientras seguíamos caminando, me fijé en las tiendas de frutas y comidas por la calle. Había una fruta que me llamó la atención porque nunca la había visto antes, y que estaba a venta en muchos puestos. Los vendedores la pelaban y la sumergían en una botella de plástico cortada por la mitad y llena de agua, y luego se la ofrecían a los clientes. Aquello me pareció de lo más asqueroso, porque el agua tenía ya un color marrón, y aun así el ritual de sumergir la fruta ahi seguía una y otra vez. Luego he visto carne colgada por dónde pasaba la gente, gatos dentro de los bares, y de repente todas las comidas me han parecido sucias.

Hasta ahí, todo bien. Yo puedo tener hábitos de higiene distintos a los de otras personas, y diferentes a las costumbres de otros países. Pero he “metido la pata” cuando empecé, en medio de la calle, a decir eso al chef en voz alta, y repetidas veces. Cómo yo hablaba en inglés, y además era algo que me parecía tan real, no me he dado cuenta de lo que hacía hasta que el chef me dijo algo así como “tú no puedes hablar así de ellos, porque estás en su país, y estas son sus costumbres”.

¡Me quise morir! Yo, una persona que ya he viajado tanto y vivenciado tantas veces culturas y hábitos distintos a los míos, debería haberme dado cuenta de lo torpes que eran estos comentarios, y no llegar ni a hacerlos. Sentí vergüenza, y he vivido en mi propia piel lo difícil que puede ser aceptar algunos hábitos de otras culturas. Bueno, hay cosas que hay que vivirlas…


Caminamos un poco más por las calles de Casablanca, saqué algunas fotos, y terminamos el paseo comiendo en un hotel (a elección del chef, porque en términos de cocina nadie mejor que un chef para elegir el sitio). Pasada la vergüenza por lo que yo había dicho, me conseguí relajar y disfrutar de la comida (he tomado dos platos de carpaccio con una cerveza típica, que tiene el mismo nombre de la ciudad). Hablamos de la vida en alta mar, de navíos, de historias curiosas que él había vivido en los barcos y de otros temas relacionados.

Yo precisé irme de crucero a Casablanca con un chef francés para recordar lo importante que es respetar las diferencias. Quiero volver a aquella ciudad con más tiempo, para disfrutar de sus muchas calles y colores, para sacar muchas fotos, hacer algunas compras y mezclarme más con la gente de allí. Cuando vuelva, lo primero que llevaré conmigo en mi equipaje será una gran dosis de respeto y consideración – y también un abanico, por si hace mucho calor…

sábado, 11 de septiembre de 2010

Vida a Bordo

Pido disculpas por haber estado más de 2 meses sin escribir en mi blog. Algunos lectores me han dejado recado preguntado porque “ya os he emocionado y ahora no escribo más”, y reconozco que he pasado los últimos meses muy liada a punto de realmente no poder escribir. El motivo ha sido el siguiente: ¡he cambiado de trabajo!

La verdad es que estoy muy contenta con el cambio, pero esto en general toma su tiempo, y hay que dedicarse a ello. Aún más si tu nuevo trabajo requiere que, después de estar solamente 3 días en la oficina, te vayas fuera de viaje por más de 1 mes… Sí, ahora que trabajo en una empresa de cruceros, me estoy acercando lo máximo posible a la realidad de la vida a bordo…

Cómo yo nunca había estado en un navío de crucero, lo primero que mis jefes han decidido ha sido mandarme 1 semana “de crucero”, para familiarizarme con los procedimientos, instalaciones, rutinas, requisitos para trabajar a bordo y todo lo demás. Os lo puedo asegurar que ¡ha sido una experiencia increíble!

Yo me quedé en una cabina de pasajeros, con todo el lujo y regalías de cualquier pasajero, pero con acceso al área exclusiva de la tripulación, que es de verdad un mundo a parte – y que no tiene nada que ver con el área de pasajeros. He currado mucho, pero a la vez me lo he pasado genial…


Claro que me he mareado un poco y notaba mucho que el navío se movía. A veces, aunque estuviera en una reunión con alguien, yo “desconectaba” totalmente, dándome cuenta de que el navío se movía mucho, aunque la vida a mi alrededor seguía como si no pasara nada, y como si solamente yo me diera cuenta de que el navío se mueve todo el tiempo…

Para el mareo hay un remedio: en la recepción me han dado unas pastillas específicas antimareo, para que yo tomara cada 6 horas, y con eso lo he pasado bien. Acerca del movimiento del navío… bueno, eso es algo que no se puede evitar.

El navío es un mundo aparte, con sus reglas propias, horarios peculiares, jerarquía y procedimientos que no se ve en ningún otro sitio. Quizás lo que más se acerque a un navío en tierra sea un hotel de 5 estrellas, pero aun así la comparación se queda corta. Hay muchas cosas en un navío que solamente se viven estando allí…

Bueno, después de 1 semana a bordo, me fui durante 3 semanas a Brasil para seguir haciendo mi nuevo trabajo, que incluye seleccionar a los futuros tripulantes. ¡Vaya responsabilidad tengo ahora! Para mantener el navío funcionando las 24 horas del día, hay que encontrar la gente adecuada, y en esto estoy.

Después de este contacto intenso con tripulantes y ex tripulantes y con personas que dedican sus vidas a actividades relacionadas a los navíos, reconozco que sé mucho más de este mundo de los cruceros de lo que yo sabía hace 1 mes. Por otro lado, hay mucho más por descubrir, y este nuevo desafío se me hace muy, pero muy interesante…

Bueno, ahora mi vida estará así, dividida entre tierra y mar… ¡Bienvenidos sean los cambios!

¡Porque yo también me lo merezco!

miércoles, 16 de junio de 2010

La mirada de una Brasileña sobre el Mundial de Fútbol



Como Brasileña que soy (aún más después de más de un mes sin escribir en mi blog), me toca publicar un post sobre uno de los temas de mayor destaque estos días en casi todo el mundo: el fútbol.

La verdad es que no soy una gran fan del fútbol. Para ser más exacta, veo a los partidos en que juega Brasil en los mundiales, y poco más. Si, lo has entendido bien: me puedo tirar casi 4 años sin ver a un partido de fútbol… Reconozco que en este aspecto no soy una Brasileña típica…


En varios puntos, no cumplo para nada el esteriotipo de la Brasileña típica: no me gusta el fútbol, no sé bailar samba, nunca he ido al Carnaval de Rio de Janeiro ni nunca he sido asaltada ni robada en mi país. A pesar de esto, me siento (¡y soy!) 100% Brasileña. Incluso a punto de asistir a los partidos de mi país en momentos especiales…

Tengo buenos recuerdos de otros Mundiales de fútbol en mi infancia y adolescencia, En mi casa nos vestíamos con ropas verde y amarilla, decorábamos la casa y yo colgaba la bandera desde el muro para hacerla visible desde la calle. En uno de los mundiales en que los partidos de Brasil se emitían a las 6h de la mañana de allí (perdóname, pero mis conocimientos sobre el tema no me permiten recordar el año de este mundial…), quedé en todos los partidos de la “verde y amarilla” con un amigo a las 5h de la mañana, y nos íbamos a la casa de otros amigos para desayunar juntos y celebrar cada gol.

En Brasil se toma muy, pero muy en serio los mundiales. La gente se vuelve loca, llora, grita, lo celebra, sale antes del trabajo, las tiendas se cierran, y todo el país se une, aunque sea por 90 minutos. Yo veo que la conmoción por el fútbol pasa en muchos países, pero en ninguno de ellos de la manera que pasa en Brasil. Incluso yo, con lo poco “futbolera” que soy, me dejo llevar por la emoción estos días…

Veo las fotos de los amigos brasileños que tengo por el mundo colgadas en sus perfiles de Facebook, y casi todos tienen una foto con la bandera, con la camiseta de Brasil, o celebrando alguna fiesta relacionada con el tema. Es una cosa que nos une a todos los brasileños: da igual la parte del mundo en que vivamos, en la época de los mundiales de fútbol, torcemos todos por la “selección canarinha”…

No conozco las reglas del fútbol, apenas sé los nombres de los jugadores y soy incapaz de evaluar si la técnica aplicada en el partido ha sido adecuada o no. Lo único que sé es que “algo” me atrae a ver los partidos de Brasil en los Mundiales, y en estos momentos yo sufro, grito, cruzo los dedos, siento agonía y alegría. Me divierto, lo paso bien y estoy de parte de Brasil en cada partido.

Espero que ganemos este Mundial, y que seamos la única selección hexa campeona del mundo (¡jo, que bonito suena eso!). Estaré vendo de cerca cada partido. Si no ganamos, me pondré triste, lo lamentaré, pero seguiré adelante. Y seguramente no veré ningún otro partido de fútbol… ¡hasta el siguiente mundial!

jueves, 29 de abril de 2010

Frutas típicas de Brasil





Cuando uno vive fuera de su país de origen, siempre echa de menos a algunas cosas de allí. Cosas que a lo mejor no valoraba tanto antes, pero que cuando uno no las tiene a su disposición empieza a quererlas de verdad. Yo echo de menos varias cosas, pero aquí os comentaré una de ellas (ni la primera ni la más importante, pero es una de ellas): las frutas tropicales de Brasil.Cuando esta semana mi novio ha comprado dos mangos verdes, y he leído en la etiqueta “Mango Maduro”, me he reído. El concepto de fruta “madura” en Brasil es muy distinto al de aquí…

Un amigo que ha vivido en Alemania me ha dicho, medio en broma, medio en serio: “En Europa solamente hay 3 tipos de frutas: plátanos, manzanas y naranjas”.

Tengo que aclarar una cosa: no soy la típica persona “adicta” a las frutas, que las come todos los días y las tiene totalmente acopladas a su dieta. ¡Todo lo contrario! Mi padre tenía que obligarme a comer un mínimo de piezas de fruta a lo largo de la semana, si no, podría tirarme sin comerlas varias semanas. Pero lo curioso es eso: ahora que no tengo a mano tales frutas, me acuerdo mucho de su sabor, textura, e inevitablemente las comparo con las frutas de aquí. Cualquiera que haya probado una piña o un mango de Brasil sabe de lo que estoy hablando, y sabe que el sabor es realmente distinto al de las frutas de aquí.

Creo que, más que las frutas, echo de menos los zumos de frutas naturales de allí… Ya he probado no sé cuantos zumos en España, de diferentes marcas, precio, supermercados y sabores, pero hay como mucho dos que me gustan de verdad. La mayoría me parecen demasiado dulces y artificiales, y saben más a caramelo que a zumo natural.

Infelizmente, no me siento capaz de describir el sabor de cada fruta tropical de Brasil, pero añado aquí fotos de algunas de ellas, para que veáis la diversidad… ¡y para que os entren ganas de ir a Brasil a probarlas!

Açaí – comida típica de deportistas por su alto poder calórico.


Goiaba


Cajú – su fruto tostado y pelado es el anacardo.


Graviola


Acerola – su alto contenido de vitamina C puede ser hasta 80 veces mayor que el de una naranja.


Amora

Carambola - su corte transversal es el de una estrella de cinco puntas.


Caquí

Jaca – la he visto en una conocida tienda en Madrid por 99€ el kilo. En Brasil, es una fruta grande y barata; la gente evita aparcar el coche debajo de un árbol de estos, porque si cae una fruta encima dañará el coche seguro…


Pitanga


Maracujá

Bueno, hay muchas otras frutas típicas tropicales (tamarindo, umbú, cupuaçú, araçá, araçaúna, jaboticaba, etc.), pero mejor que ver las fotos es probarlas...

sábado, 17 de abril de 2010

Feedback de los Lectores

Siempre me ha gustado escribir. Cuando era pequeña, tenía varios cuadernos llenos de historias inventadas por mí, y creía que sería escritora cuando creciera. No sé si uno se puede auto denominar “escritor” porque escribe en su propio blog, pero bueno, eso es lo mas cerca de “ser
escritora” a lo que he llegado hasta el momento…

Lo de hacer un blog se me ha ocurrido un poco por casualidad. De hecho, empecé escribiendo otro blog en portugués, mientras vivía en Irlanda. La idea original era que mi familia pudiera acompañar “de cerca” mi día a día allí, pero entre que mis padres no estaban muy enterados de cómo funcionaba el blog y que se quejaban de que las fotos personales que yo colgaba “era exponerme demasiado”, dejé de lado el otro blog, y me puse a escribir este.

He creado unas pocas “reglas” para escribir aquí: no colgar fotos en que aparezcan mi cara (todavía bajo la influencia de mis padres), escribir principalmente sobre temas de viajes y cultura, colgar varias fotos en cada post (para hacerlo visualmente más interesante) e intentar publicar posts cortos (que son más fáciles de leer).

Asumo que esta última regla a veces me cuesta un poco, porque no me gusta dejar una idea “a medias” solamente por hacer el post corto, así que me la salto muchas veces (aquí yo invento las reglas, y yo misma me las salto…). Por lo demás, dejo fluir la imaginación y escribo.

A veces la inspiración para escribir un post viene de algo en concreto que he vivenciado, como un viaje, una conversación con amigos o un libro que he leído. Otras veces la idea surge “de la nada”, y siento una fuerte necesidad de escribirla antes de que ella se vaya. Pongo un ejemplo: ahora mismo son las 6:22 de la madrugada de un sábado, no conseguía dormir, me vino la idea para este post y aquí estoy yo, escribiendo…

Yo escribo para mí misma, sobre cosas que me interesan, sobre mis puntos de vista, pero escribo también para vosotros. He puesto un contador de visitas en mi blog (al cual solamente yo puedo acceder), y la verdad es que me gusta ver que el número de visitas sube cada día. Creo que seguiría escribiendo aunque no tuviera el contador de visitas, porque lo tengo desde hace pocos meses, y yo ya escribía antes de tenerlo. El tema es que el feedback de los lectores es importante para mí.

Recibo bastantes menos comentarios en mi blog de los que me gustaría, pero valoro mucho cada uno de ellos. La mayoría de los comentarios son de amigos, pero también me han escrito dos chicas que no conozco, y esto me ha hecho mucha ilusión. Una compañera de trabajo dijo un día “que yo escribo sobre el todo y la nada”, y hace poco la misma chica me dijo “sigue publicando”. Otra amiga dijo que le gusta mi blog “porque como eres de Brasil a veces tienes puntos de vista muy diferentes de los míos, y eso es interesante”.

El feedback que recibo, sea positivo o negativo, ayuda mucho. Las críticas también (no es que me gusten las críticas, para nada, pero me pueden hacer reflexionar y mejorar). Así que, si tenéis algo que decir sobre lo que yo escribo, estoy interesada en saberlo. De esta manera, el proceso de escribir se convierte el algo de doble vía… Y ¡viva la libertad de expresión!


viernes, 16 de abril de 2010

Semana Santa en Munich – Alemania – Día 3

Domingo, y nuestro último día en Munich. El día amaneció nublado y hacía un poco de frío. Después del pan con salchicha en el desayuno (¡había que aprovechar porque era el último día!), fuimos caminando a Königsplatz, una plaza con monumentos de estilo griego.

Estábamos bastante cerca del barrio de los museos, dónde están las tres Pinacotecas (la Vieja, la Nueva y la de Arte Moderno). Fuimos a la Vieja Pinacoteca, que exhibe pinturas europeas de los siglos XIV a XVIII.

Cuando salimos llovía un poco y hacía más frío. Volvimos caminando y pasamos por Odeonplatz, la Plaza de Odeón.

Llegamos a Residenz, el Palacio Real de Munich que estuvo construyéndose y reconstruyéndose durante 5 siglos. La entrada era un poco cara (mientras que la Pinacoteca nos ha costado 1€ cada entrada - precio especial porque era domingo -, la entrada del Residenz ha salido por 11€), pero os aseguro que ha merecido la pena. El precio incluía también un audio guía en varios idiomas, así me iba enterando de lo que era cada cosa que veía.

El palacio es impresionante por dentro, y con la entrada podíamos acceder también a un museo de joyas (ya me gustaría tener una milésima parte de la fortuna que he visto allí…) y al teatro. Muy recomendable esta visita, que puede durar cerca de 3 horas.

Seguía lloviendo, así que nos metimos en un restaurante de comida rápida (porque no todo en Alemania son salchichas…). Nos despedimos de Marianplatz y cogimos el metro sentido al hotel. Recogimos las maletas y nos fuimos en metro con antelación (por si acaso) al aeropuerto. De camino, pillamos dos Brenz (rosquillas) rellenas de una crema de queso y cebolleta, para tomar en el avión.


Lo he pasado genial durante todo el viaje. Lo único complicado fue el tema de no hablar el idioma, pero con el inglés al final nos entendíamos… Me quedo con ganas de conocer otras partes de Alemania… Así que ahora toca planear el siguiente viaje…